Oscuridad al Borde de la Ciudad
Un estudiante de artes marciales viajó hacia un famoso dojo de Kyudo (arquería Zen) en Hawaii, para pedirle al sensei si podría considerar el enseñarle todo lo necesario para lograr certeza en el blanco.
El sensei, sentado en sus talones y con las rodillas en el piso, se paró gentilmente y elevó su arco a lo alto y enfrente suyo, para luego bajarlo lentamente y continuando entonces con la expansión de su pecho, mientras que con gracia tensó la cuerda. Sin titubeo alguno, dejó volar la flecha que un instante después tembló rápidamente al clavarse en el centro del blanco.
“¡Impresionante!” dijo el estudiante. “¡Usted debe ser el mejor arquero en la isla!”
“No creo que así sea”, dijo el sensei. “Mi profesor es un artista marcial extraordinario y me enseñó todo lo que sé.”
“¡Quizás deberé ir a visitarlo!” anunció el estudiante, quien luego se dirigió a la isla próxima en búsqueda de dicho asombroso maestro de Kyudo.
Su curiosidad se despertó más aun al encontrar que el sensei era una anciana dama, quien con gracia y fortaleza manejó espléndidamente el arco y lanzó la flecha agudamente en el mismísimo centro.
El estudiante, sin siquiera pensarlo, aplaudió con entusiasmo y en voz alta dijo, “¡Eso fue grandioso! ¿Qué más puede usted enseñarme que su otro estudiante jamás ha aprendido?”
La sensei levantó su arco otra vez con una nueva flecha y condujo su mente al lugar en donde clavó la flecha anterior. La segunda flecha voló sin esfuerzo a través del aire y partió la primera al medio.
“¡Fantástico!” exclamó el estudiante. “¡Tengo que aprender directamente de usted! Usted es la mejor!”
“Lo dudo”, contestó la sensei. “Sugiero que usted vea a mi profesor al otro lado de la isla, más allá de la montaña.”
El estudiante caminó por días hasta encontrar a un anciano que vivía en una pequeña cabaña ubicada en las colinas. Debido a que arribó por la noche sólo pudo ver al sensei gracias a una pequeña fogata afuera de su casa, siendo ésta la única fuente de luz en kilómetros a la redonda.
El estudiante reclamó saber todo lo posible acerca del arte y sus secretos de parte de este maestro.
El sensei se levantó al pie de la fogata y dejó volar una flecha en la oscuridad. “Una hoja cae en la noche”, fue todo lo que él dijo.
El estudiante encendió una linterna, y luego de caminar a través del campo, encontró una hoja clavada con la flecha justo en el tronco de un árbol al borde del bosque.
El estudiante retornó asombrado y dijo en demanda “¿Cómo pudo lograr tal tiro a la hoja en el medio de la oscuridad? ¿Cómo pudo ver su blanco?”
“Cierro los ojos”, dijo el sensei. Luego plácidamente realizó un reverencia en saludo y se sentó de regreso a su fogata.
Extraído de nuestro libro "El Sendero Pacífico - Guía Infantil de las Tradiciones en las Artes Marciales" por Claudio Iedwab & Roxanne Standefer, publicado en inglés por Inner Traditions 2001.